El yo saturado
El yo saturado
Dilemas
de identidad en el mundo contemporáneo (1ª. Edición 1991)
Kenneth
J. Gergen[1]
CAPÍTULO 1: El asedio del yo
CAPÍTULO 2: De la
visión romántica a la visión modernista del yo
“Esperaba con
ansiedad disponer durante la tarde de algunos momentos de aislamiento,
restablecimiento personal y vuelta al equilibrio: no tuve esa dicha. No sólo
impartí mis dos clases vespertinas […], sino que hubo nuevas llamadas
telefónicas, despachos por correo electrónico, visitas de estudiantes y un
colega de Chicago que quería conocer nuestro predio universitario. Al concluir
la jornada, por si me hubiera faltado algún estímulo, el radiocasete del coche
aguardaba mi tramo de vuelta a casa. Al llegar noté que el césped estaba
demasiado crecido y que las paredes de la vivienda pedían a gritos una mano de
pintura; pero yo no estaba para aquellos menesteres: tenía que contestar la
correspondencia del día, mirar los periódicos y hablar con mis familiares,
ansiosos por contarme lo que habían estado haciendo. Quedaban aún los mensajes
del contestador automático, más llamadas de amigos, y la tentadora televisión,
incitándome a huir desde sus veintiséis canales. ¿Pero cómo podía huir
posponiendo tantas obligaciones vinculadas con mis artículos, la
correspondencia y la preparación de los cursos? Inmerso en una red de
conexiones sociales que me consumían, el resultado era el atontamiento”.
Gergen
en este capítulo aborda, a través de simples ejemplos cotidianos de su
actualidad (80’s y 90’s), cómo la cultura está tomando rumbos que,
dramáticamente, colapsará la estructura social de occidente por nociones cada
vez más tangibles. La tecnología y la globalización (la globalización a través
de la tecnología) tocan enormemente el concepto del yo, que es el punto clave
de toda cultura. Las relaciones humanas se transportan de ser directas y
estrechas a relaciones que crecen en número constante de manera indirecta y
lejana a través de internet, correo electrónico, contestador automático,
telefonía internacional, entre muchas otras. Las nuevas tecnologías permiten
mantener relaciones con un círculo cada vez más vasto de individuos y, a pesar
de que estos procesos de comunicación son más efectivos para el intercambio de
información de calidad, aumenta en proporción nuestras tareas y obligaciones
laborales y profesionales, rebasándonos en una inmersión de situaciones de
confusión y, así “la creciente saturación […] pone en peligro todas nuestras
premisas previas sobre el yo, y convierte en algo extraño las pautas de relación
tradicionales”.
Para
empezar a entender un poco cómo se va formando una cultura desde el yo, el
autor acude a un aspecto muy importante que usamos todo el tiempo y que es la
base de cada individuo para su construcción social y cultural: el lenguaje. El
modo en cómo nos hacemos asequibles a los otros y las expresiones que conocemos
para poder referirnos a nuestros propias emociones, motivaciones, pensamientos,
valores y opiniones, nos limita o nos expande el mundo potencial a conocer.
Wittgenstein, filósofo de Cambridge, escribió en una oportunidad: “Los límites
del lenguaje (…) significan los límites de mi mundo”. Los términos de que
disponemos para hacer asequible nuestra personalidad imponen límites a nuestras
actuaciones. El lenguaje del yo individual es tan frágil e importante que, si
eliminásemos algunas palabras de nuestro vocabulario, las maneras de
relacionarnos se tornarían más complicadas y extenuantes; un ejemplo: una
relación romántica no es sino una entre la multitud de ocasiones en que nuestro
vocabulario del yo se insinúa en la vida social; así, exponiéndonos, nuestra
construcción como individuos se va forjando cada vez mientras establecemos
relaciones y nuestro concepto del yo adquiere sentido y valor.
En
el siglo XX, existen dos grandes concepciones del yo: uno heredado del siglo
XIX al que llamaremos romántico, que
atribuye características de personalidad a partir de la pasión, el alma, la
creatividad y el temple moral; por otro lado, está la visión modernista del yo que se contrapone a la
intensidad del anterior, tomando la capacidad de la razón para desarrollar
conceptos, opiniones e intenciones conscientes. Cada una de estas visiones
tienen sus propias maneras de interactuar, socializar y ver el mundo;
componiéndose de lenguajes, vocabularios y formas de proceder que podemos
entender y otorgarles valor para establecerlos como tal, pero que se desmoronan
por el desuso. Con las nuevas tecnologías, que nos proporciona una
multiplicidad de lenguajes, llega la “saturación social” y el concepto posmoderno del yo, que es pluralista e
impredecible, que no tiene ninguna característica identificable, ni lenguaje,
ni vocabulario para comprenderlo; está signado por una pluralidad de voces que
rivalizan por el derecho a la existencia, que compiten entre sí para ser
aceptadas como expresión legítima; desde una mirada general, todo lo que parece
correcto, justo y lógico hoy, la pluralidad lo cuestionará más fuerte. A causa
de tal confusión por el desfiguramiento de conceptos, los individuos tienden a
pluralizarse y tomar una variedad de roles que debilitan su concepto propio del
yo, su “yo autentico”, y un yo saturado deja de ser un yo.
El
significado emocional es un logro social y cultural.
Catherine Lutz, Unnatural Emotions
El
concepto del yo individual o “yo autentico” ha marcado profundamente y definido
la cultura occidental, según investigaciones, hubo un momento a finales del
siglo XVIII donde la modalidad de los diversos escritos de la época (como
tratados filosóficos, biografías, reflexiones personales y relatos de
vagabundos y aventureros) empezó a cambiar y compartían algo en común: afloraba
una sensibilidad de conmoción interna, a interesarse por desarrollar acciones y
actividades con la única intención de afirmarse a sí mismos en el mundo. Esta
concepción del yo individual es la que ahora ha invadido virtualmente todos los
rincones de la vida cultural de
Occidente.
Los conceptos culturales de maternidad, de autonomía, de identidad, de
relacionamiento, carecerían de sentido sin la importancia del desarrollo del yo
individual.
A
pesar de los estudios históricos y culturales de las concepciones del yo, aún
no pronostica que de golpe sobrevenga un cambio dramático y apocalíptico por
parte de la saturación social que nos atribuye la tecnología (razón por la que
el autor escribe este libro); y para explicar ello, y considerar lo contrario, el
autor recurre a un ejemplo que involucra directamente a la descripción y
percepción del yo y que nos muestra de cómo el cambio puede darse de forma repentina
y rápida:
Baja
autoestima Autoritarismo
Control
desde el exterior Represión
Depresión
Agotamiento
Tensión
Paranoia
Obsesión
compulsiva Bulimia
Sadomasoquismo
Crisis
de la madurez
Crisis
de identidad Angustia
Personalidad
antisocial Anorexia
Trastornos
afectivos periódicos Cleptomanía
Enajenación
Psicosis
Trastorno
de tensión postraumática Voyerismo
Estos
términos son comúnmente empleados por profesionales que se ocupan de la salud
mental que describen anomalías y defectos de un individuo, y que en los últimos
años han sido incorporados rápidamente al lenguaje corriente (cotidiano),
términos que nuestros abuelos o padres desconocían. Se explica que la espiral
ascendente de la terminología se atribuye a la “cientificación” de la conducta
que caracteriza a la era moderna: “al producirse este cambio en la manera de
interpretar a los otros, se pone en marcha una espiral cíclica de
debilitamiento personal, ya que cuando la gente se concibe a sí misma de ese
modo, termina por convencerse de que es indispensable contar con un profesional
que la trate. Y al solicitar a los profesionales una respuesta a los problemas
de la vida, aquéllos se ven presionados a desarrollar un vocabulario aún más
diferenciado. Entonces este nuevo vocabulario es asimilado por la cultura, engendra
nuevas percepciones de enfermedad, y así sucesivamente en una creciente espiral
mórbida”.
A
través de este ejemplo, podemos ver que los lenguajes del yo son muy maleables,
y a medida que cambian también cambia la vida social, de modo que en un mundo
en el que ya no experimentamos un sentimiento conformado del yo y en el que
cada vez tenemos mayores dudas sobre la condición de una identidad apropiada,
con atributos tangibles, el autor termina este capítulo con preguntas como:
¿qué consecuencias puede acarrearnos esto? ¿Cómo reaccionaremos frente a los
acontecimientos futuros?
Resumido John Sacantibá
“James: El balance del ejercicio es
claro: no tenemos más opción que cerrar la fábrica.
Fred:
Pero es que no podemos hacer eso; sería cruel para todos los obreros y sus
familias.
Marge:
Sam, sé realista, por favor. Si no me ayudas un poco más con la criatura, mi carrera
profesional se va a la ruina.
Sam:
¿Qué clase de madre eres? No demuestras ni una pizca de dedicación o de
compasión por tu hijo... y mucho menos por mí.
Susan:
Si compras esa casa, Carol, harás una tontería. Se encuentra en tan mal estado
que te endeudarás para toda la vida.
Carol:
Lo que pasa, Susan, es que no me importa, no sé por qué. Cuando pienso en que puedo
vivir allí, se me remueve algo muy profundo adentro, que me hace sentir viva.”
El
lenguaje es una de las formas para identificar las concepciones del yo, desde
él, podemos emparejar la personalidad humana y los valores que lo rigen, de
cómo estamos constituidos y la manera de manifestar cómo debemos obrar, así
hacemos que la vida tenga rumbo y que nuestras decisiones construyan las
nuestras mismas y edifiquen otras. A través de los años se han identificado
rasgos para determinar ciertos conceptos del yo y agruparlos en diferentes concepciones:
El
yo romántico, de donde deriva el vocabulario de los sentimientos morales, la
solidaridad y el goce interior, pone en acento de aquello que no se ve y en
ciertas fuerzas divinas que habitan en lo hondo del ser y que confiere a la
vida y las relaciones humanas la importancia que tienen. (Podemos ver que Fred,
Sam y Carol tienen tendencias a manifestar su yo a través de estas
características, y lo relevante que tienen a estas posturas, influyen en su
vida misma e incluso en la de otros). Gran parte de nuestro vocabulario
contemporáneo de la persona y de sus formas de vida asociadas tiene su origen
en el período romántico. Desde la ilustración, pero sin que ella se
involucrase, conceptos como el amor, la amistad, incluso la religión y la
maldad eran concebidos desde un impulso oculto del ser, indefinible e
indescriptible pero real porque los sentimos; la literatura, el arte y la
música de la época son un claro reflejo del desarrollo de este fenómeno que fue
creando arraigo entre la cultura occidental y que, aún vigente, la pérdida de
este vocabulario implicaría el colapso de todo lo que tiene sentido en la vida.
No
sometidas a limitación alguna, emprendidas
en
el espíritu del más ciego laissez faire,
las
ciencias
están haciendo añicos y desbaratando todas
las
creencias arraigadas. (...) Nunca ha sido el
mundo
más mundano; nunca ha estado más pobre
de
amor y de bondad.
Friedrich Nietzsche, Consideraciones
intempestivas
El
yo moderno gira su funcionamiento humano sobre la razón y la observación; la
ciencia, las instituciones y las actividades empresariales, que crecían cada
vez, llegado el siglo XX, impregnaron sus concepciones notablemente en el
lenguaje de las relaciones informales. Es una postura afirmativa a la lógica,
el sentido común y la practicidad para el procedimiento de sus acciones y
razonamiento de los valores. El surgimiento del modernismo se le atribuye a la
Ilustración, pero no es sino hasta el siglo XX, cuando las prácticas de un
saber objetivo se expanden a la vida: el mundo podría ser liberado de todo
cuanto tenía de erróneo, de místico y de tiránico, no sólo en las ciencias
naturales sino en la vida cotidiana. Llegar a explicar conceptos tan difusos del
pasado, gracias a los métodos científicos, ejercía una fuerza para querer
entenderlo todo. La filosofía de la ciencia y la filosofía analítica, fortalecen
las bases del modernismo donde se exigen hechos observables para sustentar su
estudio, así desaparecen temas como la ética, la teología y la metafísica en el
sector académico por su poca materia práctica para ser observado. “Este ha sido
el siglo del florecimiento de las ciencias sociales, como la psicología, que
casi no existía un siglo atrás, cuando la indagación sistemática de la mente se
limitaba a un pequeño grupo de filósofos y teólogos. No obstante, […] se
redefinió el “estudio de la mente” tildándolo de “ciencia”, sus seguidores adoptaron
los métodos, metateorías y modalidades de las ciencias naturales, (así) el
horizonte se amplió de forma espectacular”, impactando en todos los ámbitos de
la existencia humana. La mejor forma de percibir las concepciones del yo es en
el arte, y en el modernismo, la expresión pura del espíritu humano se revela
ante lo efímero, subjetivo y lo poco sustentable del arte romántico, para dar
paso a lo metódico, a la experimentación, a la búsqueda de la esencia desde el
progreso y los procesos: la verdad obtenida a través del método.
Si
pudiéramos descubrir alguna característica
común
y propia de todos los objetos que provocan
[la
emoción estética], podríamos resolver el
problema
[…] central de la estética.
Habríamos
descubierto la cualidad esencial de la obra de arte,
la
que la distingue de todos los demás objetos.
Clive Bell, The Aesthetic Hypothesis
La
máquina y la imagen de ella, comenzó a ser admirada por los contemporáneos, por
todas las bondades que ofrecía y las significaciones que devenía; y junto a la
idea romántica de que existe un ente dentro de nosotros que nos hace sentir y
actuar de maneras irracionales, se pensó en que el alma podría ser estudiada
desde los procesos del modernismo. Desde esta premisa, de que las personas
pueden ser observadas y diagnosticadas, se podría saber cuál es su esencia, y
resultaba muy cómodo hablar de las estructuras del pensamiento, los mecanismos
perceptuales, la estructura actitudinal, las redes de asociaciones y la
implantación de hábitos, pues todas estas frases connotaban un ser cuya esencia
era mecánica, por lo tanto, racional: moderna. El autor, al descubrir cada
premisa y logro del modernismo, entra a profundizarlo con preguntas: Si los
individuos tienen un carácter racional en su esencia, “¿no será el
comportamiento humano el resultado de propuestas externas?”. La construcción de
la personalidad dispone de muchas formas de lograr diagnósticos para que estos
conceptos puedan explicar la realidad: “las concepciones ambientalistas dieron
origen a técnicas de modificación de la conducta, en las que problemas como las
fobias, la homosexualidad, la depresión, entre otras, eran equiparados a
disfunciones de una máquina, y el terapeuta operaba con ellas más o menos como
lo haría un mecánico con un artefacto descompuesto” y así lo aplican los padres
para la construcción de sus hijos, con conceptos más humanos, como el conductismo.
Así podemos ver que la construcción de la personalidad es influenciada
enormemente por su entorno y que cualquier anomalía tendría una solución para
que el individuo pueda existir dentro de la estructura social actual, para que
pueda interactuar culturalmente como un individuo autónomo, un yo autónomo.
Pero, si se puede medir ¿se puede predecir?
En
la gente sana, [la motivación] suele independizarse
de
sus orígenes. Su función consiste en
animar
y conducir la vida hacia objetivos acordes
con
su estructura actual, sus aspiraciones actuales
y
sus condiciones actuales.
Gordon W.
Allport, Personality and Social Encounter.
Resumido por John Sacantibá
CAPÍTULO 3: La saturación social y la
colonización del yo
Las tecnologías de
saturación social
El cambio tecnológico incide en nuestra experiencia
cotidiana, nos sumerge cada vez más en el mundo social y nos expone a las
valoraciones y estilos de vida de otras personas, esta inmersión conlleva a un
incremento de los estímulos sociales que se aproxima al estado de saturación y nos
empuja hacia una nueva conciencia de nuestro entorno: la posmodernidad. Estas
tecnologías son centrales en la supresión contemporánea del yo individual y hay una colonización del
ser propio que refleja la fusión de identidades parciales, produciendo un
estado multifrenético, en el que
comienza a experimentarse el vértigo de la multiplicidad ilimitada. Kenneth se
refiere a las innovaciones tecnologías que han llevado a esa enorme
proliferación de las relaciones, categorizándolas en dos grupos: Tecnologías de bajo nivel como el
ferrocarril, los servicios de postales públicos, el automóvil, el teléfono, la
radio difusión, el cinematógrafo y el libro impreso; y las tecnologías de alto nivel como el transporte aéreo, las cintas de
video, la televisión comercial –a esta la considera altamente significativa
para la saturación y multiplicación del yo
ya que creaba la capacidad de estar significativamente en más de un lugar a la
vez y a través de esta el espectador puede escoger con qué actores
identificarse y cuáles son los relatos cuyas fantasías alteran la realidad–, y
la comunicación electrónica –los microchips portátiles, el correo electrónico,
las videoconferencias y los satélites de comunicaciones–.
El proceso de
saturación social
Al multiplicarse las relaciones, nuestro pensamiento y
sentimientos ya no están ocupados únicamente en la comunidad inmediata que nos
rodea, sino en un reparto de personajes diseminados por todo el planeta y que
cambian de manera constante. Hay dos aspectos que se destacan en esta
expansión: la perseverancia del pasado, manteniéndose
en contacto íntimo con personas que se encuentran a miles de kilómetros y que
no vemos hace mucho tiempo; y una aceleración
del futuro ya que el ritmo de las relaciones incrementa y quizá se
concretan en pocos días o semanas procesos que antes necesitaban meses o años.
Aparecen nuevas formas de relación de amigo-amante
o relación de microondas en los
hogares. La tecnología también incrementa el nivel emocional de muchas
relaciones a distancia que se vuelven más intensas y los encuentros ocasionales
quedan sobrecargados emotivamente.
La colonización del yo
Nos exponemos así a una enorme cantidad de personas, a otras
formas de relaciones, de circunstancias y oportunidades únicas en su género
acabando por convertirnos en pastiches, en imitaciones de los demás, llevando en
la memoria pautas de ser ajenas. Cada uno se vuelve otro, tan solo un
representante o sucedáneo. Se crean realidades
virtuales (Paul Rosenblatt y Sara Wright) en las relaciones: además de la
realidad compartida, cada uno tiene interpretaciones alternativas. Lo
característico es que estas realidades virtuales sean generadas y sustentadas
por personas externas a la relación, posiblemente miembros de la familia
extensa o personajes de los medios de comunicación. El individuo se encuentra
impulsado de repente por motivaciones contrarias que lo conducen a una
cacofonía de posibilidades virtuales. A estas voces interiores, a estos
vestigios de relaciones reales o imaginarias Mary Watkins las llama “visitantes
invisibles”; Eric Klinger “imágenes sociales”; Mary Gergen “espectros
sociales”.
Multifrenía
Este síndrome en el
que el individuo se divide en una multiplicidad de investiduras de su yo
Kenneth lo denomina multifrenía, en
el que se avanza por una espiral cíclica a medida que las posibilidades propias
son ampliadas por la tecnología. A medida que se suman al yo los demás y sus
deseos se vuelven nuestros, hay una ampliación de nuestras metas: de nuestros
“debo”, nuestros “necesito” y nuestros “quiero” y esto se convierte en un
vertiginoso torbellino de exigencias. Se infiltra, en la conciencia cotidiana,
la duda sobre sí mismo, una sutil insuficiencia que agobia las actividades que
se emprenden con una noción de vacuidad inminente. Con el aumento de espectros
sociales, se amplía la gama de lo que consideramos “bueno”, “correcto” o
“ejemplar”. Y la identificación con otros enclaves culturales conlleva a un receso de la racionalidad: lo que es
racional en una relación es cuestionable o absurdo desde el punto de vista de
otra y el grado de complejidad aumenta a tal punto que resulta imposible asumir
una posición coherente.
El individuo arrastra el peso de un fardo cada vez más
pesado de imperativos, dudas sobre sí mismo e irracionalidades, se conforma el
ser posmoderno.
Resumido por Paula Torrado
Resumido por Paula Torrado
CAPÍTULO 4: La verdad
atraviesa dificultades
CAPÍTULO 5: El surgimiento de la cultura
posmoderna
CAPÍTULO 6: Del yo a la relación personal
CAPÍTULO
7: Un collage de la vida posmoderna
CAPÍTULO 8: Renovación del yo y
autenticidad
CAPÍTULO 9: Recapitulación y relatividad
Bibliografía
Gergen, K. J. (1997). El yo saturado. Dilemas de identidad en el
mundo contemporáneo. Barcelona: Paidos.
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