El yo saturado



El yo saturado
Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo (1ª. Edición 1991)
Kenneth J. Gergen[1]



[1] Psicólogo y profesor estadounidense. (1935)

CAPÍTULO 1: El asedio del yo
“Esperaba con ansiedad disponer durante la tarde de algunos momentos de aislamiento, restablecimiento personal y vuelta al equilibrio: no tuve esa dicha. No sólo impartí mis dos clases vespertinas […], sino que hubo nuevas llamadas telefónicas, despachos por correo electrónico, visitas de estudiantes y un colega de Chicago que quería conocer nuestro predio universitario. Al concluir la jornada, por si me hubiera faltado algún estímulo, el radiocasete del coche aguardaba mi tramo de vuelta a casa. Al llegar noté que el césped estaba demasiado crecido y que las paredes de la vivienda pedían a gritos una mano de pintura; pero yo no estaba para aquellos menesteres: tenía que contestar la correspondencia del día, mirar los periódicos y hablar con mis familiares, ansiosos por contarme lo que habían estado haciendo. Quedaban aún los mensajes del contestador automático, más llamadas de amigos, y la tentadora televisión, incitándome a huir desde sus veintiséis canales. ¿Pero cómo podía huir posponiendo tantas obligaciones vinculadas con mis artículos, la correspondencia y la preparación de los cursos? Inmerso en una red de conexiones sociales que me consumían, el resultado era el atontamiento”.

Gergen en este capítulo aborda, a través de simples ejemplos cotidianos de su actualidad (80’s y 90’s), cómo la cultura está tomando rumbos que, dramáticamente, colapsará la estructura social de occidente por nociones cada vez más tangibles. La tecnología y la globalización (la globalización a través de la tecnología) tocan enormemente el concepto del yo, que es el punto clave de toda cultura. Las relaciones humanas se transportan de ser directas y estrechas a relaciones que crecen en número constante de manera indirecta y lejana a través de internet, correo electrónico, contestador automático, telefonía internacional, entre muchas otras. Las nuevas tecnologías permiten mantener relaciones con un círculo cada vez más vasto de individuos y, a pesar de que estos procesos de comunicación son más efectivos para el intercambio de información de calidad, aumenta en proporción nuestras tareas y obligaciones laborales y profesionales, rebasándonos en una inmersión de situaciones de confusión y, así “la creciente saturación […] pone en peligro todas nuestras premisas previas sobre el yo, y convierte en algo extraño las pautas de relación tradicionales”.

Para empezar a entender un poco cómo se va formando una cultura desde el yo, el autor acude a un aspecto muy importante que usamos todo el tiempo y que es la base de cada individuo para su construcción social y cultural: el lenguaje. El modo en cómo nos hacemos asequibles a los otros y las expresiones que conocemos para poder referirnos a nuestros propias emociones, motivaciones, pensamientos, valores y opiniones, nos limita o nos expande el mundo potencial a conocer. Wittgenstein, filósofo de Cambridge, escribió en una oportunidad: “Los límites del lenguaje (…) significan los límites de mi mundo”. Los términos de que disponemos para hacer asequible nuestra personalidad imponen límites a nuestras actuaciones. El lenguaje del yo individual es tan frágil e importante que, si eliminásemos algunas palabras de nuestro vocabulario, las maneras de relacionarnos se tornarían más complicadas y extenuantes; un ejemplo: una relación romántica no es sino una entre la multitud de ocasiones en que nuestro vocabulario del yo se insinúa en la vida social; así, exponiéndonos, nuestra construcción como individuos se va forjando cada vez mientras establecemos relaciones y nuestro concepto del yo adquiere sentido y valor.

En el siglo XX, existen dos grandes concepciones del yo: uno heredado del siglo XIX al que llamaremos romántico, que atribuye características de personalidad a partir de la pasión, el alma, la creatividad y el temple moral; por otro lado, está la visión modernista del yo que se contrapone a la intensidad del anterior, tomando la capacidad de la razón para desarrollar conceptos, opiniones e intenciones conscientes. Cada una de estas visiones tienen sus propias maneras de interactuar, socializar y ver el mundo; componiéndose de lenguajes, vocabularios y formas de proceder que podemos entender y otorgarles valor para establecerlos como tal, pero que se desmoronan por el desuso. Con las nuevas tecnologías, que nos proporciona una multiplicidad de lenguajes, llega la “saturación social” y el concepto posmoderno del yo, que es pluralista e impredecible, que no tiene ninguna característica identificable, ni lenguaje, ni vocabulario para comprenderlo; está signado por una pluralidad de voces que rivalizan por el derecho a la existencia, que compiten entre sí para ser aceptadas como expresión legítima; desde una mirada general, todo lo que parece correcto, justo y lógico hoy, la pluralidad lo cuestionará más fuerte. A causa de tal confusión por el desfiguramiento de conceptos, los individuos tienden a pluralizarse y tomar una variedad de roles que debilitan su concepto propio del yo, su “yo autentico”, y un yo saturado deja de ser un yo.

El significado emocional es un logro social y cultural.
Catherine Lutz, Unnatural Emotions

El concepto del yo individual o “yo autentico” ha marcado profundamente y definido la cultura occidental, según investigaciones, hubo un momento a finales del siglo XVIII donde la modalidad de los diversos escritos de la época (como tratados filosóficos, biografías, reflexiones personales y relatos de vagabundos y aventureros) empezó a cambiar y compartían algo en común: afloraba una sensibilidad de conmoción interna, a interesarse por desarrollar acciones y actividades con la única intención de afirmarse a sí mismos en el mundo. Esta concepción del yo individual es la que ahora ha invadido virtualmente todos los rincones de la vida cultural de
Occidente. Los conceptos culturales de maternidad, de autonomía, de identidad, de relacionamiento, carecerían de sentido sin la importancia del desarrollo del yo individual.

A pesar de los estudios históricos y culturales de las concepciones del yo, aún no pronostica que de golpe sobrevenga un cambio dramático y apocalíptico por parte de la saturación social que nos atribuye la tecnología (razón por la que el autor escribe este libro); y para explicar ello, y considerar lo contrario, el autor recurre a un ejemplo que involucra directamente a la descripción y percepción del yo y que nos muestra de cómo el cambio puede darse de forma repentina y rápida:

Baja autoestima                                             Autoritarismo
Control desde el exterior                                 Represión
Depresión                                                       Agotamiento
Tensión                                                           Paranoia
Obsesión compulsiva                                      Bulimia
Sadomasoquismo                                          Crisis de la madurez
Crisis de identidad                                          Angustia
Personalidad antisocial                                   Anorexia
Trastornos afectivos periódicos                      Cleptomanía
Enajenación                                                    Psicosis
Trastorno de tensión postraumática               Voyerismo

Estos términos son comúnmente empleados por profesionales que se ocupan de la salud mental que describen anomalías y defectos de un individuo, y que en los últimos años han sido incorporados rápidamente al lenguaje corriente (cotidiano), términos que nuestros abuelos o padres desconocían. Se explica que la espiral ascendente de la terminología se atribuye a la “cientificación” de la conducta que caracteriza a la era moderna: “al producirse este cambio en la manera de interpretar a los otros, se pone en marcha una espiral cíclica de debilitamiento personal, ya que cuando la gente se concibe a sí misma de ese modo, termina por convencerse de que es indispensable contar con un profesional que la trate. Y al solicitar a los profesionales una respuesta a los problemas de la vida, aquéllos se ven presionados a desarrollar un vocabulario aún más diferenciado. Entonces este nuevo vocabulario es asimilado por la cultura, engendra nuevas percepciones de enfermedad, y así sucesivamente en una creciente espiral mórbida”.

A través de este ejemplo, podemos ver que los lenguajes del yo son muy maleables, y a medida que cambian también cambia la vida social, de modo que en un mundo en el que ya no experimentamos un sentimiento conformado del yo y en el que cada vez tenemos mayores dudas sobre la condición de una identidad apropiada, con atributos tangibles, el autor termina este capítulo con preguntas como: ¿qué consecuencias puede acarrearnos esto? ¿Cómo reaccionaremos frente a los acontecimientos futuros?
Resumido John Sacantibá




CAPÍTULO 2: De la visión romántica a la visión modernista del yo


James: El balance del ejercicio es claro: no tenemos más opción que cerrar la fábrica.
Fred: Pero es que no podemos hacer eso; sería cruel para todos los obreros y sus familias.

Marge: Sam, sé realista, por favor. Si no me ayudas un poco más con la criatura, mi carrera profesional se va a la ruina.
Sam: ¿Qué clase de madre eres? No demuestras ni una pizca de dedicación o de compasión por tu hijo... y mucho menos por mí.

Susan: Si compras esa casa, Carol, harás una tontería. Se encuentra en tan mal estado que te endeudarás para toda la vida.
Carol: Lo que pasa, Susan, es que no me importa, no sé por qué. Cuando pienso en que puedo vivir allí, se me remueve algo muy profundo adentro, que me hace sentir viva.”


El lenguaje es una de las formas para identificar las concepciones del yo, desde él, podemos emparejar la personalidad humana y los valores que lo rigen, de cómo estamos constituidos y la manera de manifestar cómo debemos obrar, así hacemos que la vida tenga rumbo y que nuestras decisiones construyan las nuestras mismas y edifiquen otras. A través de los años se han identificado rasgos para determinar ciertos conceptos del yo y agruparlos en diferentes concepciones:

El yo romántico, de donde deriva el vocabulario de los sentimientos morales, la solidaridad y el goce interior, pone en acento de aquello que no se ve y en ciertas fuerzas divinas que habitan en lo hondo del ser y que confiere a la vida y las relaciones humanas la importancia que tienen. (Podemos ver que Fred, Sam y Carol tienen tendencias a manifestar su yo a través de estas características, y lo relevante que tienen a estas posturas, influyen en su vida misma e incluso en la de otros). Gran parte de nuestro vocabulario contemporáneo de la persona y de sus formas de vida asociadas tiene su origen en el período romántico. Desde la ilustración, pero sin que ella se involucrase, conceptos como el amor, la amistad, incluso la religión y la maldad eran concebidos desde un impulso oculto del ser, indefinible e indescriptible pero real porque los sentimos; la literatura, el arte y la música de la época son un claro reflejo del desarrollo de este fenómeno que fue creando arraigo entre la cultura occidental y que, aún vigente, la pérdida de este vocabulario implicaría el colapso de todo lo que tiene sentido en la vida.

No sometidas a limitación alguna, emprendidas
en el espíritu del más ciego laissez faire, las
ciencias están haciendo añicos y desbaratando todas
las creencias arraigadas. (...) Nunca ha sido el
mundo más mundano; nunca ha estado más pobre
de amor y de bondad.
Friedrich Nietzsche, Consideraciones intempestivas

El yo moderno gira su funcionamiento humano sobre la razón y la observación; la ciencia, las instituciones y las actividades empresariales, que crecían cada vez, llegado el siglo XX, impregnaron sus concepciones notablemente en el lenguaje de las relaciones informales. Es una postura afirmativa a la lógica, el sentido común y la practicidad para el procedimiento de sus acciones y razonamiento de los valores. El surgimiento del modernismo se le atribuye a la Ilustración, pero no es sino hasta el siglo XX, cuando las prácticas de un saber objetivo se expanden a la vida: el mundo podría ser liberado de todo cuanto tenía de erróneo, de místico y de tiránico, no sólo en las ciencias naturales sino en la vida cotidiana. Llegar a explicar conceptos tan difusos del pasado, gracias a los métodos científicos, ejercía una fuerza para querer entenderlo todo. La filosofía de la ciencia y la filosofía analítica, fortalecen las bases del modernismo donde se exigen hechos observables para sustentar su estudio, así desaparecen temas como la ética, la teología y la metafísica en el sector académico por su poca materia práctica para ser observado. “Este ha sido el siglo del florecimiento de las ciencias sociales, como la psicología, que casi no existía un siglo atrás, cuando la indagación sistemática de la mente se limitaba a un pequeño grupo de filósofos y teólogos. No obstante, […] se redefinió el “estudio de la mente” tildándolo de “ciencia”, sus seguidores adoptaron los métodos, metateorías y modalidades de las ciencias naturales, (así) el horizonte se amplió de forma espectacular”, impactando en todos los ámbitos de la existencia humana. La mejor forma de percibir las concepciones del yo es en el arte, y en el modernismo, la expresión pura del espíritu humano se revela ante lo efímero, subjetivo y lo poco sustentable del arte romántico, para dar paso a lo metódico, a la experimentación, a la búsqueda de la esencia desde el progreso y los procesos: la verdad obtenida a través del método.


Si pudiéramos descubrir alguna característica
común y propia de todos los objetos que provocan
[la emoción estética], podríamos resolver el
problema […] central de la estética.
Habríamos descubierto la cualidad esencial de la obra de arte,
la que la distingue de todos los demás objetos.
Clive Bell, The Aesthetic Hypothesis


La máquina y la imagen de ella, comenzó a ser admirada por los contemporáneos, por todas las bondades que ofrecía y las significaciones que devenía; y junto a la idea romántica de que existe un ente dentro de nosotros que nos hace sentir y actuar de maneras irracionales, se pensó en que el alma podría ser estudiada desde los procesos del modernismo. Desde esta premisa, de que las personas pueden ser observadas y diagnosticadas, se podría saber cuál es su esencia, y resultaba muy cómodo hablar de las estructuras del pensamiento, los mecanismos perceptuales, la estructura actitudinal, las redes de asociaciones y la implantación de hábitos, pues todas estas frases connotaban un ser cuya esencia era mecánica, por lo tanto, racional: moderna. El autor, al descubrir cada premisa y logro del modernismo, entra a profundizarlo con preguntas: Si los individuos tienen un carácter racional en su esencia, “¿no será el comportamiento humano el resultado de propuestas externas?”. La construcción de la personalidad dispone de muchas formas de lograr diagnósticos para que estos conceptos puedan explicar la realidad: “las concepciones ambientalistas dieron origen a técnicas de modificación de la conducta, en las que problemas como las fobias, la homosexualidad, la depresión, entre otras, eran equiparados a disfunciones de una máquina, y el terapeuta operaba con ellas más o menos como lo haría un mecánico con un artefacto descompuesto” y así lo aplican los padres para la construcción de sus hijos, con conceptos más humanos, como el conductismo. Así podemos ver que la construcción de la personalidad es influenciada enormemente por su entorno y que cualquier anomalía tendría una solución para que el individuo pueda existir dentro de la estructura social actual, para que pueda interactuar culturalmente como un individuo autónomo, un yo autónomo. Pero, si se puede medir ¿se puede predecir?

En la gente sana, [la motivación] suele independizarse
de sus orígenes. Su función consiste en
animar y conducir la vida hacia objetivos acordes
con su estructura actual, sus aspiraciones actuales
y sus condiciones actuales.

Gordon W. Allport, Personality and Social Encounter.
Resumido por John Sacantibá

CAPÍTULO 3: La saturación social y la colonización del yo
Las tecnologías de saturación social
El cambio tecnológico incide en nuestra experiencia cotidiana, nos sumerge cada vez más en el mundo social y nos expone a las valoraciones y estilos de vida de otras personas, esta inmersión conlleva a un incremento de los estímulos sociales que se aproxima al estado de saturación y nos empuja hacia una nueva conciencia de nuestro entorno: la posmodernidad. Estas tecnologías son centrales en la supresión contemporánea del yo individual y hay una colonización del ser propio que refleja la fusión de identidades parciales, produciendo un estado multifrenético, en el que comienza a experimentarse el vértigo de la multiplicidad ilimitada. Kenneth se refiere a las innovaciones tecnologías que han llevado a esa enorme proliferación de las relaciones, categorizándolas en dos grupos: Tecnologías de bajo nivel como el ferrocarril, los servicios de postales públicos, el automóvil, el teléfono, la radio difusión, el cinematógrafo y el libro impreso; y las tecnologías de alto nivel como el transporte aéreo, las cintas de video, la televisión comercial –a esta la considera altamente significativa para la saturación y multiplicación del yo ya que creaba la capacidad de estar significativamente en más de un lugar a la vez y a través de esta el espectador puede escoger con qué actores identificarse y cuáles son los relatos cuyas fantasías alteran la realidad–, y la comunicación electrónica –los microchips portátiles, el correo electrónico, las videoconferencias y los satélites de comunicaciones–.
El proceso de saturación social
Al multiplicarse las relaciones, nuestro pensamiento y sentimientos ya no están ocupados únicamente en la comunidad inmediata que nos rodea, sino en un reparto de personajes diseminados por todo el planeta y que cambian de manera constante. Hay dos aspectos que se destacan en esta expansión: la perseverancia del pasado, manteniéndose en contacto íntimo con personas que se encuentran a miles de kilómetros y que no vemos hace mucho tiempo; y una aceleración del futuro ya que el ritmo de las relaciones incrementa y quizá se concretan en pocos días o semanas procesos que antes necesitaban meses o años. Aparecen nuevas formas de relación de amigo-amante o relación de microondas en los hogares. La tecnología también incrementa el nivel emocional de muchas relaciones a distancia que se vuelven más intensas y los encuentros ocasionales quedan sobrecargados emotivamente.
La colonización del yo
Nos exponemos así a una enorme cantidad de personas, a otras formas de relaciones, de circunstancias y oportunidades únicas en su género acabando por convertirnos en pastiches, en imitaciones de los demás, llevando en la memoria pautas de ser ajenas. Cada uno se vuelve otro, tan solo un representante o sucedáneo. Se crean realidades virtuales (Paul Rosenblatt y Sara Wright) en las relaciones: además de la realidad compartida, cada uno tiene interpretaciones alternativas. Lo característico es que estas realidades virtuales sean generadas y sustentadas por personas externas a la relación, posiblemente miembros de la familia extensa o personajes de los medios de comunicación. El individuo se encuentra impulsado de repente por motivaciones contrarias que lo conducen a una cacofonía de posibilidades virtuales. A estas voces interiores, a estos vestigios de relaciones reales o imaginarias Mary Watkins las llama “visitantes invisibles”; Eric Klinger “imágenes sociales”; Mary Gergen “espectros sociales”.
Multifrenía
 Este síndrome en el que el individuo se divide en una multiplicidad de investiduras de su yo Kenneth lo denomina multifrenía, en el que se avanza por una espiral cíclica a medida que las posibilidades propias son ampliadas por la tecnología. A medida que se suman al yo los demás y sus deseos se vuelven nuestros, hay una ampliación de nuestras metas: de nuestros “debo”, nuestros “necesito” y nuestros “quiero” y esto se convierte en un vertiginoso torbellino de exigencias. Se infiltra, en la conciencia cotidiana, la duda sobre sí mismo, una sutil insuficiencia que agobia las actividades que se emprenden con una noción de vacuidad inminente. Con el aumento de espectros sociales, se amplía la gama de lo que consideramos “bueno”, “correcto” o “ejemplar”. Y la identificación con otros enclaves culturales conlleva a un receso de la racionalidad: lo que es racional en una relación es cuestionable o absurdo desde el punto de vista de otra y el grado de complejidad aumenta a tal punto que resulta imposible asumir una posición coherente.

El individuo arrastra el peso de un fardo cada vez más pesado de imperativos, dudas sobre sí mismo e irracionalidades, se conforma el ser posmoderno.
Resumido por Paula Torrado

CAPÍTULO 4: La verdad atraviesa dificultades
CAPÍTULO 5: El surgimiento de la cultura posmoderna
CAPÍTULO 6: Del yo a la relación personal
CAPÍTULO 7: Un collage de la vida posmoderna
CAPÍTULO 8: Renovación del yo y autenticidad
CAPÍTULO 9: Recapitulación y relatividad


Bibliografía


Gergen, K. J. (1997). El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Barcelona: Paidos.

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